Tenía 24 años, los días eran de fuego y las tardes
sofocantes en Illinois. Estaba tratando de ponerme pomada para el dolor sobre mi
trasero, cuyas manchas moradas contrastaban con mi piel blanca como el marfil.
Al darme por vencida en la odisea, opte
por ponerme un par de jeans acampanados en vez del vestido floreado que usaría
para el cumpleaños del padre de Andrew. Como la mayoría de las novias me sentía
contenta y ansiosa de asistir a este evento familiar, a cinco días de nuestra
boda religiosa. Mi prometido decidió darme el anillo de compromiso tras obtener
una promoción para trabajar en las oficinas centrales de Nueva York. Ambas
familias veían con buenos ojos nuestra unión. Lo conocí un día que se presentó
en la empresa en la que trabajaba como secretaria. Él era contador y buscaba
unos documentos para su jefe. Coincidimos un par de veces en la oficina y en
una de ésas me invitó a tomar un café, y las cosas se fueron dando. Es un buen
hombre, trabajador y responsable.
Esa tarde, al llegar a casa de mis suegros, el aroma a carne
asada inundaba todo el jardín. Se escuchaba una pieza de los Rolling Stones de
fondo y alguien me ofreció una cerveza. La rechacé amablemente y preferí
beberme una limonada. Tras varias presentaciones con nuevos rostros que me
presenta mi novio, sonrisa de modelo y estrechón de manos, Andrew me invita a
tomar asiento con sus tías y hermanas, me dice que va a ver en que les ayuda
con la parrillada, doy mi mejor cara y finjo interés en la conversación, al
postrarme sobre la silla de mimbre contengo la respiración para que mi rostro
no vislumbre ni un atisbo del dolor que siento al hundir mis carnes sobre la
superficie.
Una pariente pasa un plato lleno de fruta para refrescar a
los invitados en lo que llegan las hamburguesas, sin dudarlo ni un segundo mis
manos toman una rebanada generosa de mango y al llevarla a mis carnosos labios,
la rebanada cae sobre mis pantalones, con la perfecta excusa de asearme recojo
el trozo de cielo con una servilleta y me dirijo al sanitario; cuando intento
abrir la perilla tiene seguro, mierda está ocupado, los minutos parecen horas,
espero impacientemente, siento como mi corazón se acelera y una lluvia salada
impregna frente y pecho, en una mano llevo la servilleta con el trozo de mango
y con la otra decido quitarme el sombrero azul que llevaba para cubrirme del
inclemente sol, dejando al descubierto mi dorada melena de rizos salvajes. Al
fin la puerta se abre, es uno de sus sobrinos, un chico de 12 años, le sonrió
falsamente y me introduzco en el servicio.
Arrojo el sombrero al piso, la tapa del baño esta bajada, me
coloco dolorosamente sobre esta y con la mano libre me desabotono los jeans, introduzco
la mano bajo mis panties de organdí y empiezo a frotar mi cuerpo, mientras con
la otra acerco el trozo de mango a mis fauces y lo muerdo con frenesí, justo antes de llegar al Everest mi mente se
queda en blanco por unos segundos y mi respiración se acelera al tiempo que
tocan a la puerta, desconcertada regreso violentamente de mi trance y contesto,
está ocupado ya salgo, rápidamente me limpio la boca con la servilleta, lavo
mis manos y corto un trozo de papel para recoger los vestigios de placer que inundan
mi entrepierna, abrocho el pantalón, recojo el sombrero, me peino el cabello y
alegre salgo.
Todo comenzó hace un mes, cuando por sugerencia de mi madre accedí a matricularme en clases
de alta cocina al salir de mi trabajo, ella decía que a un hombre se le llega
por el estómago, se jactaba de ser excelente
cocinera, cosa que no le valió para evitar que mi padre la abandonara cuando yo era pequeña (A los demás les decimos que
mi padre murió en un accidente, ella a base de mucho trabajo y esfuerzo es
dueña de su propia estética, la cual es nuestro sustento y yo aporto con mi
trabajo como secretaria) pero insistía diciendo que si yo no dominaba a la perfección
las artes culinarias no llegaría a ser una buena esposa, mi familia era muy
conservadora y a pesar de que estaba en boga la liberación femenina y el
movimiento hippie, en mi familia seguían arraigadas las tradiciones, a mí no me
disgustaba la idea, además las clases eran impartidas por Mark Stamos chef reconocido quien era dueño del Tily´¨s restaurante
de moda en la ciudad.
La primera clase Mark se presentó con el grupo. Era casado, había estudiado
gastronomía en Nueva York con grandes maestros del arte culinario, tenía un
curriculum interesante, había publicado un libro sobre cocina Californiana y hacía
tres años era dueño de su propio negocio que iba viento en popa, sin duda un
hombre exitoso y emprendedor a sus 38 años,
rubio de ojos cafés y mirada penetrante, era alto y su complexión
robusta contrastaban con su fuerte personalidad, que a veces llegaba a ser algo intimidante a mi
parecer.
Iba los martes y los jueves a las clases al salir del
trabajo, era la sexta clase y todo transcurría sin novedad, ese día me sobraron
rebanadas de mango que llevaba en un topper para una salsa que hicimos, cinco
minutos antes de finalizar la clase mientras Mark nos daba las últimas
recomendaciones. De 35 años aproximadamente, blanca con cabello rojo entro y
aguardo en silencio en el quicio de la puerta, volteamos a verla porque el
maestro desvió la mirada por encima de nosotros, me llamo la atención que vestía
una blusa de cuello de tortuga, un saco y pantalones acampanados, aunque la
hacían lucir bella no contrastaban con lo caluroso del clima, Mi sensei corto las indicaciones y se despidió
rápidamente diciendo que nos veríamos la siguiente clase, fui la última en irme,
mientras recogía mis cosas recordé que no podría asistir la próxima clase pues
me tocaba ir a la prueba del vestido de novia y debía llevar unas perdices para
la práctica de equipo, quería preguntarle a Mark si habría problema con que yo
pasara a dejarlas un día antes al restaurant, mientras me dirigía a su oficina
iba comiéndome un par de rebanadas de mango que me sobraron de la práctica, lo
primero que vi fue a la dama que se encontraba de espaldas, Mark le gritaba con
violencia, le reclamaba que lo hubiera interrumpido en clase, la voz frágil y
minúscula apenas se escuchaba pero entendí que se trataba de su esposa, decía
que fue porque ya iba a terminar su clase, se excusó diciendo que nunca quiso
interrumpirlo, dijo que necesitaba hablar con el sobre un asunto de su hijo. Él
se ponía más violento a medida que ella trataba de explicarle, a tal grado que
la asió fuertemente por el brazo mientras le decía que no podía salir sola ni
tomar decisiones por si misma sin consultarle porque le pertenecía. Al ver lo
subido de tono de la discusión me agazape para mirar mientras mordía el último
trozo de fruta. Mark termino la discusión arrojándola por el brazo a una de las
sillas de su oficina, ella sollozaba pidiéndole perdón, él manifestó que iría a
recoger al niño que ella había encargado con su suegra, le afirmo que no
saliera de la oficina hasta que se hubiera calmado que no deseaba que nadie se
enterara de sus asuntos.
El profesor salió como ráfaga de la oficina y nunca advirtió
mi presencia, la señora continua llorando calladamente. Tenía taquicardia y estaba
sudando, me fui al sanitario, entre al cubículo, me subí el vestido corto, baje
mis bragas y sentada en la taza mientras orinaba note que las panties estaban
mojadas. Me sentía extraña, una mescla de confusión, morbo y culpabilidad me
invadían, me había encendido ver a Mark discutir con su mujer, que clase de
erotismo podía haber en eso, de donde venía, en realidad Mark no era feo pero
no lo consideraba particularmente atractivo, tenía algo de clase pero nada fuera
de lo común, no era mi tipo, creía.
Tome papel sanitario para limpiar mis genitales, me arregle
el vestido, lave mis manos y salí del tocador, en el trayecto a mi casa no
dejaba de pensar en lo ocurrido, volviendo a experimentar otra vez la excitación
al revivir las imágenes de Mark furioso hablándole de esa manera a su cónyuge.
Cuando llegue a casa, camine a mi habitación y no baje a cenar pretextando
dolor de cabeza; supuse que mama y abuela con quienes vivía lo achacarían al estrés
de la boda. En mi cama antes de dormir dedique un último pensamiento al momento
en que Mark la tomaba fuertemente por el brazo y le decía que le pertenecía,
mientras mi altar de venus se inundaba y yo me sumergía en onírico erotismo.
Arreglándome más de
lo acostumbrado frente al espejo, se me hacía tarde para ir a mi trabajo pero
no me importaba, ese día tenia clase de gastronomía y quería lucir regia. Salí
corriendo en cuanto dio mi hora de salida. En el restaurante, en el área
destinada a las clases elegí el lugar más cercano a Mark, nos enseñaba como
filetear un pescado correctamente, yo no podía dejar de mirar sus manos, eran
fuertes y cuidadas, siempre me fijo en las manos de un hombre, me parece que
son tremendamente sexys, las imagino recorriendo mi cuerpo, introduciendo sus
dedos en mi boca y en mi vientre, en esas divagaciones me encontraba cuando
Mark me pregunto si me había quedado claro el procedimiento a lo que inconscientemente
dije que sí, acto seguido me paso una trucha y el afilado cuchillo de filetear,
me dijo que hiciera el procedimiento, yo no tenía ni idea e intente torpemente cortar al pez, y solo conseguí
hacerme un corte en los dedos pues el pececillo se resbalo de mis manos, sentí
como la sangre subía a mis mejillas, Mark me miro con sus profundos ojos cafés
y me dijo en tono imperativo ve a lavarte. Avergonzada deje las cosas y salí
del salón, mientras me enjuagaba en el baño, no dejaba de pensar porque
justamente me había dicho a mí que lo hiciera, ¿se daría cuenta de que lo
miraba inapropiadamente?, ¿le molesto mi falta de atención? Lo peor sería tener
que regresar con mi cara de imbécil delante de todos.
Ni hablar, me estaba tardando demasiado y no podía estar el
resto del tiempo en el baño, regrese como si nada, al menos eso intente y tome
mi sitio, lo que faltaba de la clase el profesor no volvió a dirigirse a mí.
Al día siguiente el sol brillaba, Andrew me esperaba en la
sala, eran las 10:00 am del sábado, iríamos a ver unos detalles del salón de
fiestas, posteriormente a comer, baje corriendo, mama y abuela ya le ofrecían
café, él lo rechazo amablemente, nos despedimos y salimos, me abrió la puerta
de su Cadillac turquesa con capote blanco, me beso tiernamente en la boca, dijo
que lucía hermosa, yo usaba un vestido verde con manga tres cuartos, sonaban
los Doors en la radio, tras ver lo del salón donde cumplió todas mis peticiones,
comimos en el Miller´s Pub y finalizamos la tarde en el auto cinema, ya en la
función, él me expresaba cuanto me amaba y deseaba que fuera su esposa, me dio
un beso mientras ponía una de sus manos en mi muslo, mi vestido era corto y
algo ajustado, el intento subir sus manos y un poco antes de llegar a la altura
de mi pubis lo detuve, le dije que también deseaba estar con él pero prefería
esperar a la noche de bodas, que no era buena idea arruinar el momento que
tanto hemos esperado, el me dio la razón, seguidamente respiro profundo y
mencionó que era hora de irnos.
Las personas suelen decir que soy una buena chica aunque
algo seria e introvertida, lo que pasa es que creo que al hablar solo repetimos
lo que ya sabemos, sin embargo cuando escuchamos podemos aprender algo más,
siempre tuve buenas notas en el colegio y solo tuve un novio antes de conocer a
mi futuro esposo; con el que dure poco tiempo pues era algo mayor y mi madre
decía que era posesivo y controlador, su intervención contribuyo a que la
relación terminara. Era virgen y el encuentro más cercano que había tenido con
un hombre eran besos. Andrew es un hombre joven y atractivo, blanco, alto, de
cabello castaño oscuro y ojos azules como los míos, es respetuoso y conservador,
es el chico adecuado para casarme y formar una familia, eso me dicen todos y
les creo. Mas no puedo dejar de pensar
en Mark desde el día de la discusión, él ni siquiera me mira y sería incapaz de
mencionarle algo, pienso en el de una manera confusa, no siento amor ni
siquiera afecto, más bien temor, respeto y admiración hacia un hombre tan seguro de sí,
tan capaz de llevar un negocio, ser un líder y conducirse a paso seguro por la
vida; En eso me recuerda a mi padre, él era un hombre dominante, seguro como
Mark, el ultimo recuerdo que tengo de él es de una mañana que me despertaron
los gritos y el ruido de vasos rotos, yo tenía siete años, cuando llegue a la
cocina vi a mi madre en el piso tenia sangre en la boca y le arrogaba vasos
cuando el amenazaba con acercarse a ella, en cuanto mi padre advirtió mi
presencia, salió de la casa con los ojos inyectados de furia y nunca más volví
a verlo, mi madre nunca hablo sobre el incidente y yo tampoco le pregunte.
Era el último día del curso de gastronomía y yo me puse mi
vestido verde ajustado y deje que mis risos salvajes siguieran su propio estilo,
no tenía muchas ganas de peinarme estaba un poco desanimada porque ya no iba a
ver a Mark, después de la boda nos mudaríamos a Nueva York por el nuevo empleo
de Mark, yo renunciaría a mi trabajo pues Andrew estaba seguro que con su nuevo
puesto no nos faltaría nada y sería mejor que yo me quedara en el hogar. Para
la última clase haríamos costillas de cerdo marinadas en salsa para barbacoa
una de las especialidades del Tili¨s y helado de mango.
La clase transcurrió sin novedad, Mark era parco en sus
comentarios sobre nuestro trabajo, solo nos decía está bien cuando las cosas
iban correctamente o si no, nos decía concretamente cual había sido el detalle
que nos falló, pero nunca nos felicitaba, frecuentemente salía para tomar
llamadas o hacer indicaciones a su personal, siempre controlándolo de todo. Ese día me dijo que mi practica estaba bien, nos
agradeció por haber asistido al curso y nos invitó a seguir practicando y
adentrándonos en el complejo arte culinario, tras la foto del recuerdo se realizó
un pequeño convivio con los compañeros del grupo, compartimos nuestros
alimentos de la práctica, me sentía cohibida, Andrés me dijo un día antes que
no podría acompañarme al convivio pues trabajaría hasta tarde y mi naturaleza tímida
hacia que no me integrara fácilmente a la plática de los demás, Mark estuvo
poco tiempo entre sus alumnos y se retiró cuando uno de los cocineros del Tilys
le llamo. Yo aproveche para despedirme y justo antes de salir decidí pedirle
que me autografiara su ejemplar de cocina californiana, me daba mucha pena pero
sabía que no volvería a verlo y quería conservar un recuerdo, cuando pregunte
por el en la cocina dijeron que estaba en su oficina, cuando me pare en el quicio
de la puerta no pude evitar sentir el corazón acelerado y recordar el día de la
discusión con su mujer, Mark estaba tomando una llamada y anotando datos, usaba bigote a lo Burt Reynolds, el vello de
su pecho se dejaba ver con la camisa color café con estampado romboide y usaba
pantalones beige acampanados, su cabello corto, ondulado y rubio estaba peinado
de lado. Me miro para hacerme una seña con la mano de que lo aguardara yo estaba
súper nerviosa, pensé en marcharme, no deseaba molestarlo, mientras razonaba
esto, el colgó la llamada y me dijo pasa toma asiento, en que puedo ayudarte
Vera, se me atoraba la saliva en la garganta, nunca había sido tan amable, le
dije que lamentaba interrumpirlo pero quería pedirle que me firmara su libro,
le dije me marcharía de la ciudad, con una sonrisa me dijo claro sería un
placer, tras rubricarlo me miraba alegremente, estaba en llamas, el calor que
sentía me hizo separar un poco las piernas, Mark lo noto, se acercó hacia el otro
lado del escritorio donde estaba sentada y se quedó parado con el tomo en sus
manos, lo interprete como una invitación a retirarme, me pare, tome mi volumen
y di las gracias sin poder sostenerle la mirada, al darme la vuelta para salir
el me abrazo sorpresivamente por atrás, con una mano cubriendo mi cintura y la
otra tocando mis labios vaginales que estaban inundados, no traía bragas, el me
besaba intensamente el cuello y atrás de las orejas, le dije La Puerta Está Abierta,
me soltó para ir a cerrarla, fue la única palabra que cruzamos en el acto,
cuando volteo yo estaba acostada sobre el escritorio con mis Puertas Abiertas
hacia él, sin más preámbulo procedió a quitarse la camisa y desbotonarse los pantalones,
inmediatamente me embistió sin piedad,
la espada era poderosa como el, sentí mucho dolor la primera vez que me habito
pero después de un tiempo inefable sentí que mi corazón se mudó a mi
entrepierna y empezó a latir y bombear sangre dentro de mí, tras lo cual se
detuvo unos instantes, quizá porque lo mordí en el hombro mientras sucedía, su
colonia tenia aroma frutal, su piel era húmeda y ácida, y me recordó el olor y
textura del mango. mientras recuperaba el aliento, se enderezo, estiro mis
piernas sobre su tupido pecho, las cerro
y las hizo a un lado sosteniéndolas con su fuerte brazo, los movimientos
eran furiosos, pero lo mejor estaba por venir, para ese entonces ya se había
percatado de que estaba sangrando, no supe si eso le molesto o lo encendió aún
más, procedió a voltearme y ponerme de frente al escritorio y subirme la pierna
derecha apoyada en una de las sillas, yo sentía que estaba muy abierta, su falo
era imponente pero resbalaba bien dentro de mí, tenía que hacer un gran
esfuerzo para contener mis gemidos, con una mano apretaba mis senos que no
paraban de temblar con las arremetidas, y con la otra golpeaba y apretaba con
violencia mis nalgas, mi cuerpo nunca había sido usado ni tocado de esta
manera, Escuchaba su respiración agitada y ardiente vibrando en mi nuca, tuve otra explosión y lo noto pues el túnel
estaba absorbiéndolo como si quisiera devorarlo, estaba totalmente bañada, se salió
y toco mi grupa hinchada y candente, procedió a llevar la humedad hasta mi ano
masajeándolo, antes de que pudiera pensarlo se internó en él, mientras me
tapaba la boca y me hacía fuertemente al escritorio para que no me resistiera,
se alivió, yo junto con él, luego de unos
instantes, mientras intentábamos recuperar el aliento aún no se retiraba de mí,
cuando pelirroja abrió la puerta, al vernos, salió corriendo horrorizada, él se
quitó violentamente, cerro el pantalón y tomo su camisa del suelo, mientras se
la abrochaba partió tras ella, fue la última vez que lo vi.
Me quede helada, recogí mi ropa, busque papel para
limpiarme, tenía rastros de sangre en las nalgas y muslos, no tarde en hallarlo
estaba en el primer cajón, limpie y me asee lo mejor que pude. Salí
discretamente, al parecer además de la esposa de Mark nadie más lo había notado
o fingían muy bien.
Al salir pensé tomar un taxi pero me dolía el cabo y temía
sentarme, mejor camine aunque también me lastimaba la vagina inflamada con el
rose de las piernas. Cuando llegue a casa fui directo a la ducha, por suerte mama
y abuela no estaban, lo último que quería era verlas en ese momento. Luego de
bañarme dormí, debía levantarme temprano al otro día para asistir a la
parrillada, con la feliz seguridad de que el recuerdo de una fruta ácida y
pulposa me perseguiría.