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lunes, 27 de febrero de 2017

Primavera del 73

Tenía 24 años, los días eran de fuego y las tardes sofocantes en Illinois. Estaba tratando de ponerme pomada para el dolor sobre mi trasero, cuyas manchas moradas contrastaban con mi piel blanca como el marfil. Al darme por vencida en  la odisea, opte por ponerme un par de jeans acampanados en vez del vestido floreado que usaría para el cumpleaños del padre de Andrew. Como la mayoría de las novias me sentía contenta y ansiosa de asistir a este evento familiar, a cinco días de nuestra boda religiosa. Mi prometido decidió darme el anillo de compromiso tras obtener una promoción para trabajar en las oficinas centrales de Nueva York. Ambas familias veían con buenos ojos nuestra unión. Lo conocí un día que se presentó en la empresa en la que trabajaba como secretaria. Él era contador y buscaba unos documentos para su jefe. Coincidimos un par de veces en la oficina y en una de ésas me invitó a tomar un café, y las cosas se fueron dando. Es un buen hombre, trabajador y responsable.
Esa tarde, al llegar a casa de mis suegros, el aroma a carne asada inundaba todo el jardín. Se escuchaba una pieza de los Rolling Stones de fondo y alguien me ofreció una cerveza. La rechacé amablemente y preferí beberme una limonada. Tras varias presentaciones con nuevos rostros que me presenta mi novio, sonrisa de modelo y estrechón de manos, Andrew me invita a tomar asiento con sus tías y hermanas, me dice que va a ver en que les ayuda con la parrillada, doy mi mejor cara y finjo interés en la conversación, al postrarme sobre la silla de mimbre contengo la respiración para que mi rostro no vislumbre ni un atisbo del dolor que siento al hundir mis carnes sobre la superficie.
Una pariente pasa un plato lleno de fruta para refrescar a los invitados en lo que llegan las hamburguesas, sin dudarlo ni un segundo mis manos toman una rebanada generosa de mango y al llevarla a mis carnosos labios, la rebanada cae sobre mis pantalones, con la perfecta excusa de asearme recojo el trozo de cielo con una servilleta y me dirijo al sanitario; cuando intento abrir la perilla tiene seguro, mierda está ocupado, los minutos parecen horas, espero impacientemente, siento como mi corazón se acelera y una lluvia salada impregna frente y pecho, en una mano llevo la servilleta con el trozo de mango y con la otra decido quitarme el sombrero azul que llevaba para cubrirme del inclemente sol, dejando al descubierto mi dorada melena de rizos salvajes. Al fin la puerta se abre, es uno de sus sobrinos, un chico de 12 años, le sonrió falsamente y me introduzco en el servicio.
Arrojo el sombrero al piso, la tapa del baño esta bajada, me coloco dolorosamente sobre esta y con la mano libre me desabotono los jeans, introduzco la mano bajo mis panties de organdí y empiezo a frotar mi cuerpo, mientras con la otra acerco el trozo de mango a mis fauces y lo muerdo con frenesí,  justo antes de llegar al Everest mi mente se queda en blanco por unos segundos y mi respiración se acelera al tiempo que tocan a la puerta, desconcertada regreso violentamente de mi trance y contesto, está ocupado ya salgo, rápidamente me limpio la boca con la servilleta, lavo mis manos y corto un trozo de papel para recoger los vestigios de placer que inundan mi entrepierna, abrocho el pantalón, recojo el sombrero, me peino el cabello y alegre salgo.
Todo comenzó hace un mes, cuando por sugerencia  de mi madre accedí a matricularme en clases de alta cocina al salir de mi trabajo, ella decía que a un hombre se le llega por el estómago,  se jactaba de ser excelente cocinera, cosa que no le valió para evitar que mi padre la abandonara cuando  yo era pequeña (A los demás les decimos que mi padre murió en un accidente, ella a base de mucho trabajo y esfuerzo es dueña de su propia estética, la cual es nuestro sustento y yo aporto con mi trabajo como secretaria) pero insistía diciendo que si yo no dominaba a la perfección las artes culinarias no llegaría a ser una buena esposa, mi familia era muy conservadora y a pesar de que estaba en boga la liberación femenina y el movimiento hippie, en mi familia seguían arraigadas las tradiciones, a mí no me disgustaba la idea, además las clases eran impartidas por Mark Stamos chef  reconocido quien era dueño del Tily´¨s restaurante de moda en la ciudad.
La primera clase Mark  se presentó con el grupo. Era casado, había estudiado gastronomía en Nueva York con grandes maestros del arte culinario, tenía un curriculum interesante, había publicado un libro sobre cocina Californiana y hacía tres años era dueño de su propio negocio que iba viento en popa, sin duda un hombre exitoso y emprendedor a sus 38 años,  rubio de ojos cafés y mirada penetrante, era alto y su complexión robusta contrastaban con su fuerte personalidad, que  a veces llegaba a ser algo intimidante a mi parecer.
Iba los martes y los jueves a las clases al salir del trabajo, era la sexta clase y todo transcurría sin novedad, ese día me sobraron rebanadas de mango que llevaba en un topper para una salsa que hicimos, cinco minutos antes de finalizar la clase mientras Mark nos daba las últimas recomendaciones. De 35 años aproximadamente, blanca con cabello rojo entro y aguardo en silencio en el quicio de la puerta, volteamos a verla porque el maestro desvió la mirada por encima de nosotros, me llamo la atención que vestía una blusa de cuello de tortuga, un saco y pantalones acampanados, aunque la hacían lucir bella no contrastaban con lo caluroso del clima, Mi sensei  corto las indicaciones y se despidió rápidamente diciendo que nos veríamos la siguiente clase, fui la última en irme, mientras recogía mis cosas recordé que no podría asistir la próxima clase pues me tocaba ir a la prueba del vestido de novia y debía llevar unas perdices para la práctica de equipo, quería preguntarle a Mark si habría problema con que yo pasara a dejarlas un día antes al restaurant, mientras me dirigía a su oficina iba comiéndome un par de rebanadas de mango que me sobraron de la práctica, lo primero que vi fue a la dama que se encontraba de espaldas, Mark le gritaba con violencia, le reclamaba que lo hubiera interrumpido en clase, la voz frágil y minúscula apenas se escuchaba pero entendí que se trataba de su esposa, decía que fue porque ya iba a terminar su clase, se excusó diciendo que nunca quiso interrumpirlo, dijo que necesitaba hablar con el sobre un asunto de su hijo. Él se ponía más violento a medida que ella trataba de explicarle, a tal grado que la asió fuertemente por el brazo mientras le decía que no podía salir sola ni tomar decisiones por si misma sin consultarle porque le pertenecía. Al ver lo subido de tono de la discusión me agazape para mirar mientras mordía el último trozo de fruta. Mark termino la discusión arrojándola por el brazo a una de las sillas de su oficina, ella sollozaba pidiéndole perdón, él manifestó que iría a recoger al niño que ella había encargado con su suegra, le afirmo que no saliera de la oficina hasta que se hubiera calmado que no deseaba que nadie se enterara de sus asuntos.
El profesor salió como ráfaga de la oficina y nunca advirtió mi presencia, la señora continua llorando calladamente. Tenía taquicardia y estaba sudando, me fui al sanitario, entre al cubículo, me subí el vestido corto, baje mis bragas y sentada en la taza mientras orinaba note que las panties estaban mojadas. Me sentía extraña, una mescla de confusión, morbo y culpabilidad me invadían, me había encendido ver a Mark discutir con su mujer, que clase de erotismo podía haber en eso, de donde venía, en realidad Mark no era feo pero no lo consideraba particularmente atractivo, tenía algo de clase pero nada fuera de lo común, no era mi tipo, creía.
Tome papel sanitario para limpiar mis genitales, me arregle el vestido, lave mis manos y salí del tocador, en el trayecto a mi casa no dejaba de pensar en lo ocurrido, volviendo a experimentar otra vez la excitación al revivir las imágenes de Mark furioso hablándole de esa manera a su cónyuge. Cuando llegue a casa, camine a mi habitación y no baje a cenar pretextando dolor de cabeza; supuse que mama y abuela con quienes vivía lo achacarían al estrés de la boda. En mi cama antes de dormir dedique un último pensamiento al momento en que Mark la tomaba fuertemente por el brazo y le decía que le pertenecía, mientras mi altar de venus se inundaba y yo me sumergía en onírico erotismo.
 Arreglándome más de lo acostumbrado frente al espejo, se me hacía tarde para ir a mi trabajo pero no me importaba, ese día tenia clase de gastronomía y quería lucir regia. Salí corriendo en cuanto dio mi hora de salida. En el restaurante, en el área destinada a las clases elegí el lugar más cercano a Mark, nos enseñaba como filetear un pescado correctamente, yo no podía dejar de mirar sus manos, eran fuertes y cuidadas, siempre me fijo en las manos de un hombre, me parece que son tremendamente sexys, las imagino recorriendo mi cuerpo, introduciendo sus dedos en mi boca y en mi vientre, en esas divagaciones me encontraba cuando Mark me pregunto si me había quedado claro el procedimiento a lo que inconscientemente dije que sí, acto seguido me paso una trucha y el afilado cuchillo de filetear, me dijo que hiciera el procedimiento, yo no tenía ni idea e  intente torpemente cortar al pez, y solo conseguí hacerme un corte en los dedos pues el pececillo se resbalo de mis manos, sentí como la sangre subía a mis mejillas, Mark me miro con sus profundos ojos cafés y me dijo en tono imperativo ve a lavarte. Avergonzada deje las cosas y salí del salón, mientras me enjuagaba en el baño, no dejaba de pensar porque justamente me había dicho a mí que lo hiciera, ¿se daría cuenta de que lo miraba inapropiadamente?, ¿le molesto mi falta de atención? Lo peor sería tener que regresar con mi cara de imbécil delante de todos.
Ni hablar, me estaba tardando demasiado y no podía estar el resto del tiempo en el baño, regrese como si nada, al menos eso intente y tome mi sitio, lo que faltaba de la clase el profesor no volvió a dirigirse a mí.
Al día siguiente el sol brillaba, Andrew me esperaba en la sala, eran las 10:00 am del sábado, iríamos a ver unos detalles del salón de fiestas, posteriormente a comer, baje corriendo, mama y abuela ya le ofrecían café, él lo rechazo amablemente, nos despedimos y salimos, me abrió la puerta de su Cadillac turquesa con capote blanco, me beso tiernamente en la boca, dijo que lucía hermosa, yo usaba un vestido verde con manga tres cuartos, sonaban los Doors en la radio, tras ver lo del salón donde cumplió todas mis peticiones, comimos en el Miller´s Pub y finalizamos la tarde en el auto cinema, ya en la función, él me expresaba cuanto me amaba y deseaba que fuera su esposa, me dio un beso mientras ponía una de sus manos en mi muslo, mi vestido era corto y algo ajustado, el intento subir sus manos y un poco antes de llegar a la altura de mi pubis lo detuve, le dije que también deseaba estar con él pero prefería esperar a la noche de bodas, que no era buena idea arruinar el momento que tanto hemos esperado, el me dio la razón, seguidamente respiro profundo y mencionó que era hora de irnos.
Las personas suelen decir que soy una buena chica aunque algo seria e introvertida, lo que pasa es que creo que al hablar solo repetimos lo que ya sabemos, sin embargo cuando escuchamos podemos aprender algo más, siempre tuve buenas notas en el colegio y solo tuve un novio antes de conocer a mi futuro esposo; con el que dure poco tiempo pues era algo mayor y mi madre decía que era posesivo y controlador, su intervención contribuyo a que la relación terminara. Era virgen y el encuentro más cercano que había tenido con un hombre eran besos. Andrew es un hombre joven y atractivo, blanco, alto, de cabello castaño oscuro y ojos azules como los míos, es respetuoso y conservador, es el chico adecuado para casarme y formar una familia, eso me dicen todos y les creo.  Mas no puedo dejar de pensar en Mark desde el día de la discusión, él ni siquiera me mira y sería incapaz de mencionarle algo, pienso en el de una manera confusa, no siento amor ni siquiera afecto, más bien temor, respeto y  admiración hacia un hombre tan seguro de sí, tan capaz de llevar un negocio, ser un líder y conducirse a paso seguro por la vida; En eso me recuerda a mi padre, él era un hombre dominante, seguro como Mark, el ultimo recuerdo que tengo de él es de una mañana que me despertaron los gritos y el ruido de vasos rotos, yo tenía siete años, cuando llegue a la cocina vi a mi madre en el piso tenia sangre en la boca y le arrogaba vasos cuando el amenazaba con acercarse a ella, en cuanto mi padre advirtió mi presencia, salió de la casa con los ojos inyectados de furia y nunca más volví a verlo, mi madre nunca hablo sobre el incidente y yo tampoco le pregunte.
Era el último día del curso de gastronomía y yo me puse mi vestido verde ajustado y deje que mis risos salvajes siguieran su propio estilo, no tenía muchas ganas de peinarme estaba un poco desanimada porque ya no iba a ver a Mark, después de la boda nos mudaríamos a Nueva York por el nuevo empleo de Mark, yo renunciaría a mi trabajo pues Andrew estaba seguro que con su nuevo puesto no nos faltaría nada y sería mejor que yo me quedara en el hogar. Para la última clase haríamos costillas de cerdo marinadas en salsa para barbacoa una de las especialidades del Tili¨s y helado de mango.
La clase transcurrió sin novedad, Mark era parco en sus comentarios sobre nuestro trabajo, solo nos decía está bien cuando las cosas iban correctamente o si no, nos decía concretamente cual había sido el detalle que nos falló, pero nunca nos felicitaba, frecuentemente salía para tomar llamadas o hacer indicaciones a su personal, siempre controlándolo de todo.  Ese día me dijo que mi practica estaba bien, nos agradeció por haber asistido al curso y nos invitó a seguir practicando y adentrándonos en el complejo arte culinario, tras la foto del recuerdo se realizó un pequeño convivio con los compañeros del grupo, compartimos nuestros alimentos de la práctica, me sentía cohibida, Andrés me dijo un día antes que no podría acompañarme al convivio pues trabajaría hasta tarde y mi naturaleza tímida hacia que no me integrara fácilmente a la plática de los demás, Mark estuvo poco tiempo entre sus alumnos y se retiró cuando uno de los cocineros del Tilys le llamo. Yo aproveche para despedirme y justo antes de salir decidí pedirle que me autografiara su ejemplar de cocina californiana, me daba mucha pena pero sabía que no volvería a verlo y quería conservar un recuerdo, cuando pregunte por el en la cocina dijeron que estaba en su oficina, cuando me pare en el quicio de la puerta no pude evitar sentir el corazón acelerado y recordar el día de la discusión con su mujer, Mark estaba tomando una llamada y anotando datos,  usaba bigote a lo Burt Reynolds, el vello de su pecho se dejaba ver con la camisa color café con estampado romboide y usaba pantalones beige acampanados, su cabello corto, ondulado y rubio estaba peinado de lado. Me miro para hacerme una seña con la mano de que lo aguardara yo estaba súper nerviosa, pensé en marcharme, no deseaba molestarlo, mientras razonaba esto, el colgó la llamada y me dijo pasa toma asiento, en que puedo ayudarte Vera, se me atoraba la saliva en la garganta, nunca había sido tan amable, le dije que lamentaba interrumpirlo pero quería pedirle que me firmara su libro, le dije me marcharía de la ciudad, con una sonrisa me dijo claro sería un placer, tras rubricarlo me miraba alegremente, estaba en llamas, el calor que sentía me hizo separar un poco las piernas, Mark lo noto, se acercó hacia el otro lado del escritorio donde estaba sentada y se quedó parado con el tomo en sus manos, lo interprete como una invitación a retirarme, me pare, tome mi volumen y di las gracias sin poder sostenerle la mirada, al darme la vuelta para salir el me abrazo sorpresivamente por atrás, con una mano cubriendo mi cintura y la otra tocando mis labios vaginales que estaban inundados, no traía bragas, el me besaba intensamente el cuello y atrás de las orejas, le dije La Puerta Está Abierta, me soltó para ir a cerrarla, fue la única palabra que cruzamos en el acto, cuando volteo yo estaba acostada sobre el escritorio con mis Puertas Abiertas hacia él, sin más preámbulo procedió a quitarse la camisa y desbotonarse los pantalones, inmediatamente me  embistió sin piedad, la espada era poderosa como el, sentí mucho dolor la primera vez que me habito pero después de un tiempo inefable sentí que mi corazón se mudó a mi entrepierna y empezó a latir y bombear sangre dentro de mí, tras lo cual se detuvo unos instantes, quizá porque lo mordí en el hombro mientras sucedía, su colonia tenia aroma frutal, su piel era húmeda y ácida, y me recordó el olor y textura del mango. mientras recuperaba el aliento, se enderezo, estiro mis piernas sobre su tupido pecho, las cerro  y las hizo a un lado sosteniéndolas con su fuerte brazo, los movimientos eran furiosos, pero lo mejor estaba por venir, para ese entonces ya se había percatado de que estaba sangrando, no supe si eso le molesto o lo encendió aún más, procedió a voltearme y ponerme de frente al escritorio y subirme la pierna derecha apoyada en una de las sillas, yo sentía que estaba muy abierta, su falo era imponente pero resbalaba bien dentro de mí, tenía que hacer un gran esfuerzo para contener mis gemidos, con una mano apretaba mis senos que no paraban de temblar con las arremetidas, y con la otra golpeaba y apretaba con violencia mis nalgas, mi cuerpo nunca había sido usado ni tocado de esta manera, Escuchaba su respiración agitada y ardiente vibrando en mi nuca,  tuve otra explosión y lo noto pues el túnel estaba absorbiéndolo como si quisiera devorarlo, estaba totalmente bañada, se salió y toco mi grupa hinchada y candente, procedió a llevar la humedad hasta mi ano masajeándolo, antes de que pudiera pensarlo se internó en él, mientras me tapaba la boca y me hacía fuertemente al escritorio para que no me resistiera, se alivió,  yo junto con él, luego de unos instantes, mientras intentábamos recuperar el aliento aún no se retiraba de mí, cuando pelirroja abrió la puerta, al vernos, salió corriendo horrorizada, él se quitó violentamente, cerro el pantalón y tomo su camisa del suelo, mientras se la abrochaba partió tras ella, fue la última vez que lo vi.
Me quede helada, recogí mi ropa, busque papel para limpiarme, tenía rastros de sangre en las nalgas y muslos, no tarde en hallarlo estaba en el primer cajón, limpie y me asee lo mejor que pude. Salí discretamente, al parecer además de la esposa de Mark nadie más lo había notado o fingían muy bien.
Al salir pensé tomar un taxi pero me dolía el cabo y temía sentarme, mejor camine aunque también me lastimaba la vagina inflamada con el rose de las piernas. Cuando llegue a casa fui directo a la ducha, por suerte mama y abuela no estaban, lo último que quería era verlas en ese momento. Luego de bañarme dormí, debía levantarme temprano al otro día para asistir a la parrillada, con la feliz seguridad de que el recuerdo de una fruta ácida y pulposa me perseguiría.

 

 

lunes, 13 de febrero de 2017

Denominación de origen, a la conquista de mercados internacionales


                                         La denominación de origen abre puertas en diversos mercados del mundo por hacer referencia a un producto originario de una región específica, cuya calidad y características se deben únicamente al medio en que se desarrollan, como resultado de los factores: naturales y producción humana.

De acuerdo con información del portal revistadelconsumidor.gob.mx, México está suscrito desde 1958 al Arreglo de Lisboa, relativo a la protección de denominaciones de origen y su registro internacional. En nuestra nación es el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, el organismo que se encarga de emitir declaratorias de protección de denominación de origen y autorizarla, pues es el Estado mexicano el propietario de los derechos.

México presume sus 15 denominaciones de origen hay algunas que se sitúan en los primeros lugares en exportación internacional, pero países como Suiza cuentan con más de 700, Estados Unidos con más de 900 y la Unión Europea superaba las 6,000, nos espera largo camino por recorrer.

El Cacao Grijalva recibió la más reciente Declaración de Protección de Denominación de Origen, a partir de las semillas del cacao se obtiene el cacao en grano, los cuatros productos intermedios (licor de cacao, manteca de cacao, pasta de cacao y cacao en polvo) y el chocolate

El Cacao Grijalva se suma así al Tequila, Mezcal, Olinalá, Talavera, Bacanora, Ámbar de Chiapas, Café Veracruz, Sotol, Café Chiapas, Charanda, Mango Ataúlfo del Soconusco de Chiapas, Vainilla de Papantla, Chile Habanero de la Península de Yucatán y Arroz del Estado de Morelos.

Hasta ahora el modelo de competencia de la economía mexicana se basa en dos temas: la manufactura y la exportación de materias primas, ahora es momento de apostar por algo más, Las denominaciones de origen pueden ayudar a mantener a flote las exportaciones en momentos de desaceleración del mercado interno. Si bien las exportaciones conocidas como no petroleras (agropecuarias, extractivas y manufactureras) ya tienen más peso que las exportaciones de petróleo, México se caracteriza por especializarse en ciertos productos que lo convierten en potencia como es el caso del Tequila Al contar con la Denominación de Origen, México es el único país que puede producir y exportar este producto. En 2014 se exportaron a EUA 134 millones de litros de tequila, equivalentes al 55% de la producción nacional, lo que le ha abierto las puertas al sector nacional en el mercado chino.

México es punto clave para la producción y el comercio global, con 12 acuerdos comerciales con 45 países, que le dan acceso a un mercado de más de mil 100 millones de consumidores.

Un adecuado sistema de la propiedad industrial promoverá la inversión privada, la generación de empleos, el desarrollo económico y, en general, la competitividad del país en las exportaciones, la Denominación de Origen proporciona un marco legal de defensa y protección del producto contra los imitadores. Tiene más posibilidades que los productos sean del agrado para los consumidores que cualquier otro que no la tenga, ya que distingue a los productos Mexicanos, estipula una buena calidad y los ubica en una  región determinada que puede llegar a afectar de manera positiva otros sectores como el turístico, que sigan aumentando los productos con Denominación de Origen en la conquista de mercados internacionales.

Articulo publicado en la cuarta edición de la Revista Diario Del Exportador de Perú.
https://issuu.com/diariodelexportador/docs/revista_diario_del_exportador_n___0_b1932e210f1acd/68 
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